Yo soy lo que mis sentimientos son. Y de eso se trata mi vida, de buscar, sobrellevar, sostener, recordar e inventar sentimientos todo el tiempo.
El sábado tuve una noticia que tiene que ver con esto: la persona con la cual compartí casi 6 años de mi vida y con la cual durante largo tiempo estuve segura que me iba a casar se casa (y obviamente con otra mujer).
La noticia no me tomó por sorpresa, es decir, no me llamó la atención en lo más mínimo. Era de esperar. Pero ocurrió algo que me desesperó: no tuve sentimiento alguno respecto del tema. Y si hay algo que detesto de mi, es la capacidad por quedar impasible ante los hechos más dolorosos. La onda "chica gélida" no me va.
Así que cuando me quedé sola en casa, puse manos a la obra y dediqué parte de la noche a hurgar en mis recuerdos. Repasé música que me llevó a otro lugar. Traté de pensarme con cada canción en el momento que quería recordar. El tema de las fotos fue un poco más difícil, porque hace ya un tiempo, en un ataque de furia de telenovela venezolana las rompí todas. Así que ellas no fueron parte de mi búsqueda infructuosa.
Y juro que nadé en lo más hondo de mi ser a la caza de algún sentimiento que me diese una bofetada, que me devolviera algo de mi pasado. Y no lo encontré. No pude llorar, o ponerme triste, o sentirme rara. Y eso me desespera porque no pude dejar de pensar: ¿Es que los grandes amores también se olvidan? Y si así es: ¿Estamos condenados al olvido?